Por Ángela Munuera Bassols (filóloga, psicóloga, poeta, feminista, desterrada). Ángela es compañera activista de la asociación 8 de Marzo, entre otras tareas, escribe textos como el que ahora os presentamos.
Recordemos el origen de la palabra justicia, del latín iustitia, derivada de ius-iusris, que significa derecho, justo, exacto, y procede de la raíz iu, que a su vez significa “fuerza vital del varón”. Esa palabra, ius, esa raíz, iu, han dado nombre y significado a todo lo que la cultura dominante, la del varón, considera justo, según las leyes, la moral y la ética; y, ahora, por extensión, a todo aquello que nos parece “de ley”.
Prescindamos por un momento del origen machista de la palabra justo. Prescindamos, por tanto, del concepto y de la realidad masculina de justicia, y quedémonos sólo con lo que todos y todas, o la mayoría, querríamos que la justicia fuese: esa idea de igualdad, protección, libertad personal y equivalencia que deseamos proteja a todas las personas, tal como dice el artículo 3 de la Constitución española vigente: “todos los ciudadanos son iguales ante la ley sin distinción de sexo, raza, lengua, religión opiniones políticas ni circunstancias personales o sociales”. Partiendo de esta nueva idea constitucional de la justicia, ¿qué hará el hombre justo que honradamente descubre que, a pesar de ser justo, es machista?
Prescindamos por un momento del origen machista de la palabra justo. Prescindamos, por tanto, del concepto y de la realidad masculina de justicia, y quedémonos sólo con lo que todos y todas, o la mayoría, querríamos que la justicia fuese: esa idea de igualdad, protección, libertad personal y equivalencia que deseamos proteja a todas las personas, tal como dice el artículo 3 de la Constitución española vigente: “todos los ciudadanos son iguales ante la ley sin distinción de sexo, raza, lengua, religión opiniones políticas ni circunstancias personales o sociales”. Partiendo de esta nueva idea constitucional de la justicia, ¿qué hará el hombre justo que honradamente descubre que, a pesar de ser justo, es machista?
En sentido amplio, podemos suponer que cualquier persona puede descubrir que justicia y machismo van de la mano, que son, históricamente, la misma cosa. Y que, por lo tanto, esa persona ha descubierto, de pronto, que es imposible ser justo según la idea constitucional de justicia en este mundo construido exclusivamente desde la justicia del varón.
Si esa persona fuera hombre©, es decir, varón o mujer perteneciente a la especie humana, un hombre cualquiera que descubre que no es posible ser hombre sin ejercer el machismo, porque la sociedad no deja resquicios a la igualdad, tendrá, ciertamente, desde ese instante, al menos un momento de cuestionamiento personal.
Digamos ahora que es un varón quien descubre que es machista invisible, necesariamente machista por ser miembro que ha crecido en esta sociedad, pero quiere ser justo honrado, igualitario y que, precisamente por ser justo, descubre que es machista estructural. Supongamos que cae en la cuenta de que la justicia pertenece al campo masculino y esa justicia arrasa a las mujeres en masa, en público y en privado, sólo salvando para la sociedad, como gemas preciosas, como ejemplos a seguir, a aquellas mujeres que siguen el ideal masculino de la competitividad y logran entrar en el único campo de acción que existe, el de los varones, varonizadas ellas como ellos. Supongamos que descubre eso.
O, mejor aún, pensemos que, en realidad, no descubre los valores machistas de la sociedad por eso, por sus solos medios y su inteligencia, sino, sobre todo, porque llevado por los azares de la vida al cariño y al respeto de alguna mujer significativa para él, por ejemplo madre, hermana o amiga, descubre y ve y vive el dolor intrínseco de ser mujer y, por tanto, aprehende la miseria de carecer de libertad de expresión, de mundo interior propio reconocido y de nombre para las cosas, como vivimos las mujeres. Por contrapartida, hay que suponer que esa mujer honrada significativa para él, esa que le ayuda a ver y a saber, que hasta ahora había vivido sometida a los dictados machistas de la sociedad sin cuestionarlos, probablemente sometida a su marido, su compañero o su padre, como somos en origen casi todas, esa mujer ha tenido la suficiente humildad y coraje de ver sus heridas, reconocerlas y compartirlas con este varón honrado descubridor. Pongamos, pues, que ese varón justo ha descubierto la incompatibilidad que se da entre ser mujer y ejercer la libertad. Supongamos eso; que a ese hombre justo la vida le ha puesto así y de pronto, conoce de primera mano la vivencia de una mujer.
Si de veras ha aprendido esas cosas es porque ese varón no sólo es justo en su corazón sino también porque ha sido humano, terrenal, capaz, sensible, se ha abierto a la realidad; y por eso acaba de encontrarse con que sabe lo que es ser mujer; sabe que en el caso extremo, ser mujer es necesariamente ser herida por sus machos significativos, por ejemplo, su padre, su esposo, su compañero o su hermano y en el menor de los casos, ser sólo parcialmente reconocida como persona. Pongamos que tal vez este preciso varón justo ha herido sin saberlo a esa mujer que ama y valora. Supongamos que descubre eso. ¿Qué hará ese hombre justo que descubre que también él es, irremediablemente, invisiblemente machista, que pertenece a la única especie posible, por dominante, de hombres del mundo de hoy?
Supongamos ahora que este varón descubridor recién despertado desea ser siempre humano, constitucional, honrado consigo mismo y con los principios auténticos de la ética igualitaria. ¿Qué hará?
Reconozco que estoy llevando muy lejos mis supuestos. Confieso sinceramente que, en mi esfera personal, no conozco a ningún hombre que haya descubierto en profundidad, por ejemplo, el abismo que se abre en la mente de una persona al aprehender la imposibilidad de compatibilizar el amor con el machismo, ni siquiera en escala menor. Quiero decir, no conozco a ningún varón que haya dejado de utilizar sus privilegios machistas aunque sea por costumbre, sin cuestionarlos, sin siquiera darse cuenta. Ninguno. Pero sé que existen. Necesito que existan.
Mis amigos pueden ofenderse. Se preguntarán, tal vez: “Si tan machista me ves, entonces, ¿cómo es que eres mi amiga?”. Sólo para mis amigos, respondo que les quiero a pesar de lo machistas que son en la esperanza de que descubran lo injusto de sus privilegios y renuncien a ellos voluntariamente. Dicho de otra manera, entrego mi voluntad de amistad a todos estos machistas que rodean mi micro-mundo, invisibles para sí mismos, inconscientes de ser machistas, en la esperanza de que su estatus interior de hombres justos les convertirá algún día en defensores y practicantes de la igualdad, tal vez en nombre de nuestra amistad, tal vez por el dolor del destierro que he compartido con ellos.
La verdad, si yo fuese varón, me avergonzaría. Porque los signos y la barbarie del machismo son demasiado reconocibles hasta en la prensa diaria. No siéndolo, siendo mujer que mira a los varones ser varones y ve cómo ejercen de de micro-machos en sus relaciones cotidianas, bromas, chistes, generalizaciones, devaluaciones, pequeños insultos, bravatas, miraditas cómplices, silencios, tergiversaciones, interpretaciones, definiciones, manipulaciones, etcétera, también me avergüenzo. A ver. Yo no les culpo. Después de todo, han heredado, hemos heredado todos y todas, unas costumbres y una ideología que no hemos inventado, pero que nos contiene y nos sitúa ante la vida de determinado modo. Ellos el poder, la fuerza y el derecho. Nosotras las artes de sumisión y esquivamiento. Ni ellos ni nosotras somos culpables.
Pero, seamos sinceros. Ellos están descubriendo lo injusto que es el lugar que la sociedad de machos ha adjudicado a la mujer, su papel de objeto de uso y disfrute, su esclavitud, la necesidad de mantenerla callada y sumisa. Y sin embargo, a pesar de verlo, la mayoría no le da importancia: la mayoría no renunciará nunca a “sus” privilegios; la mayoría de los varones se amparan entre ellos, se dan cancha, ejercen de poderosos, tanto en el campo privado de la familia, la pareja o la amistad, como en los campos institucionales y públicos. Ellas, a su vez, están descubriendo, gracias a los movimientos feministas y a su propio dolor, que nos abren los ojos todos los días, lo injusto e inhumano que es la situación de la mujer, cómo estamos abocadas a callar, cómo nuestros propios amigos y amantes nos niegan la palabra, se burlan de nosotras, nos usan, nos esclavizan, nos mutilan y, finalmente, algunos nos matan.
Sin embargo, ¿qué hace la mujer que descubre el machismo que la sujeta? ¿Se rebela?, ¿lucha? ,¿se defiende?, ¿se establece como ser humano libre frente al mundo y la vida? No. La mayoría de nosotras no cuestiona siquiera lo que pasa, para no sufrir o para no morir de terror o de soledad o para no pasar al destierro. La mayoría se mantiene en estado de alerta sencilla y maternalmente cantando canciones de cuna a su monstruo personal. Y eso, claro, porque el precio de la rebelión es siempre el destierro y el dolor y demasiadas veces la soledad y la muerte. El miedo, el embotamiento, la costumbre, la dependencia, la cultura en que vivimos y la ignorancia nos protegen de morir.
Por suerte, una minoría de mujeres se vuelve feminista, nos unimos entre nosotras, a otras mujeres, buscamos formas nuevas de nombrar el mundo, compartimos la experiencia con nuestros hombres significativos justos y honrados. Por suerte, algunos de ellos se abren. Porque el cambio de paradigma a la igualdad de las mujeres no es posible sin el apoyo de los hombres.
A ese varón justo y honrado, a ese hombre que se cuestiona y renuncia a los privilegios heredados, se refiere mi pregunta. Hablo de ese varón aperturista, pro-feminista, luchador, que, como las mujeres vivirá a partir de ahora, con valentía y con dolor, el destierro del campo dominante de los varones patriarcales.
Ahora, por fin, dejo mi reflexión llegar al corazón del hombre justo. Lanzo mi pregunta, como una flecha, directa al corazón de mis amigos, los que sois machistas pero no sois capaces de reconocerlo o no lo sabéis; los que queréis ser justos-constitucionales, honrados. Si de veras lo sois, si sois hombres, hechos de barro, como nosotras, nacidos de lo llano, lo sencillo, lo esencial, nacidos del vientre de una mujer después de todo; si de veras os importa la nueva justicia-humana que impregna nuestra Constitución (y no la justicia-macho de la raíz de la palabra), vosotros varones justos, haréis un cambio estructural junto a nosotras.
Os veo como hombres detractores de las bromas contra nosotras y el sexismo que tragamos cada día. Os veo respetando a cada mujer en cada situación, escuchando, con el alma abierta, aprendiendo, cuestionando. Os veo iguales a mí. Como yo, os avergonzáis del legado machista de la historia. Como nosotras y con nosotras, las desterradas, también desde el dolor y el destierro, construís la nueva sociedad igualitaria que buscamos, que necesitamos; la sociedad que la justicia está reclamando.
© De homo-hominis, ser humano varón o hembra, derivado de humus, suelo.
Si esa persona fuera hombre©, es decir, varón o mujer perteneciente a la especie humana, un hombre cualquiera que descubre que no es posible ser hombre sin ejercer el machismo, porque la sociedad no deja resquicios a la igualdad, tendrá, ciertamente, desde ese instante, al menos un momento de cuestionamiento personal.
Digamos ahora que es un varón quien descubre que es machista invisible, necesariamente machista por ser miembro que ha crecido en esta sociedad, pero quiere ser justo honrado, igualitario y que, precisamente por ser justo, descubre que es machista estructural. Supongamos que cae en la cuenta de que la justicia pertenece al campo masculino y esa justicia arrasa a las mujeres en masa, en público y en privado, sólo salvando para la sociedad, como gemas preciosas, como ejemplos a seguir, a aquellas mujeres que siguen el ideal masculino de la competitividad y logran entrar en el único campo de acción que existe, el de los varones, varonizadas ellas como ellos. Supongamos que descubre eso.
O, mejor aún, pensemos que, en realidad, no descubre los valores machistas de la sociedad por eso, por sus solos medios y su inteligencia, sino, sobre todo, porque llevado por los azares de la vida al cariño y al respeto de alguna mujer significativa para él, por ejemplo madre, hermana o amiga, descubre y ve y vive el dolor intrínseco de ser mujer y, por tanto, aprehende la miseria de carecer de libertad de expresión, de mundo interior propio reconocido y de nombre para las cosas, como vivimos las mujeres. Por contrapartida, hay que suponer que esa mujer honrada significativa para él, esa que le ayuda a ver y a saber, que hasta ahora había vivido sometida a los dictados machistas de la sociedad sin cuestionarlos, probablemente sometida a su marido, su compañero o su padre, como somos en origen casi todas, esa mujer ha tenido la suficiente humildad y coraje de ver sus heridas, reconocerlas y compartirlas con este varón honrado descubridor. Pongamos, pues, que ese varón justo ha descubierto la incompatibilidad que se da entre ser mujer y ejercer la libertad. Supongamos eso; que a ese hombre justo la vida le ha puesto así y de pronto, conoce de primera mano la vivencia de una mujer.
Si de veras ha aprendido esas cosas es porque ese varón no sólo es justo en su corazón sino también porque ha sido humano, terrenal, capaz, sensible, se ha abierto a la realidad; y por eso acaba de encontrarse con que sabe lo que es ser mujer; sabe que en el caso extremo, ser mujer es necesariamente ser herida por sus machos significativos, por ejemplo, su padre, su esposo, su compañero o su hermano y en el menor de los casos, ser sólo parcialmente reconocida como persona. Pongamos que tal vez este preciso varón justo ha herido sin saberlo a esa mujer que ama y valora. Supongamos que descubre eso. ¿Qué hará ese hombre justo que descubre que también él es, irremediablemente, invisiblemente machista, que pertenece a la única especie posible, por dominante, de hombres del mundo de hoy?
Supongamos ahora que este varón descubridor recién despertado desea ser siempre humano, constitucional, honrado consigo mismo y con los principios auténticos de la ética igualitaria. ¿Qué hará?
Reconozco que estoy llevando muy lejos mis supuestos. Confieso sinceramente que, en mi esfera personal, no conozco a ningún hombre que haya descubierto en profundidad, por ejemplo, el abismo que se abre en la mente de una persona al aprehender la imposibilidad de compatibilizar el amor con el machismo, ni siquiera en escala menor. Quiero decir, no conozco a ningún varón que haya dejado de utilizar sus privilegios machistas aunque sea por costumbre, sin cuestionarlos, sin siquiera darse cuenta. Ninguno. Pero sé que existen. Necesito que existan.
Mis amigos pueden ofenderse. Se preguntarán, tal vez: “Si tan machista me ves, entonces, ¿cómo es que eres mi amiga?”. Sólo para mis amigos, respondo que les quiero a pesar de lo machistas que son en la esperanza de que descubran lo injusto de sus privilegios y renuncien a ellos voluntariamente. Dicho de otra manera, entrego mi voluntad de amistad a todos estos machistas que rodean mi micro-mundo, invisibles para sí mismos, inconscientes de ser machistas, en la esperanza de que su estatus interior de hombres justos les convertirá algún día en defensores y practicantes de la igualdad, tal vez en nombre de nuestra amistad, tal vez por el dolor del destierro que he compartido con ellos.
La verdad, si yo fuese varón, me avergonzaría. Porque los signos y la barbarie del machismo son demasiado reconocibles hasta en la prensa diaria. No siéndolo, siendo mujer que mira a los varones ser varones y ve cómo ejercen de de micro-machos en sus relaciones cotidianas, bromas, chistes, generalizaciones, devaluaciones, pequeños insultos, bravatas, miraditas cómplices, silencios, tergiversaciones, interpretaciones, definiciones, manipulaciones, etcétera, también me avergüenzo. A ver. Yo no les culpo. Después de todo, han heredado, hemos heredado todos y todas, unas costumbres y una ideología que no hemos inventado, pero que nos contiene y nos sitúa ante la vida de determinado modo. Ellos el poder, la fuerza y el derecho. Nosotras las artes de sumisión y esquivamiento. Ni ellos ni nosotras somos culpables.
Pero, seamos sinceros. Ellos están descubriendo lo injusto que es el lugar que la sociedad de machos ha adjudicado a la mujer, su papel de objeto de uso y disfrute, su esclavitud, la necesidad de mantenerla callada y sumisa. Y sin embargo, a pesar de verlo, la mayoría no le da importancia: la mayoría no renunciará nunca a “sus” privilegios; la mayoría de los varones se amparan entre ellos, se dan cancha, ejercen de poderosos, tanto en el campo privado de la familia, la pareja o la amistad, como en los campos institucionales y públicos. Ellas, a su vez, están descubriendo, gracias a los movimientos feministas y a su propio dolor, que nos abren los ojos todos los días, lo injusto e inhumano que es la situación de la mujer, cómo estamos abocadas a callar, cómo nuestros propios amigos y amantes nos niegan la palabra, se burlan de nosotras, nos usan, nos esclavizan, nos mutilan y, finalmente, algunos nos matan.
Sin embargo, ¿qué hace la mujer que descubre el machismo que la sujeta? ¿Se rebela?, ¿lucha? ,¿se defiende?, ¿se establece como ser humano libre frente al mundo y la vida? No. La mayoría de nosotras no cuestiona siquiera lo que pasa, para no sufrir o para no morir de terror o de soledad o para no pasar al destierro. La mayoría se mantiene en estado de alerta sencilla y maternalmente cantando canciones de cuna a su monstruo personal. Y eso, claro, porque el precio de la rebelión es siempre el destierro y el dolor y demasiadas veces la soledad y la muerte. El miedo, el embotamiento, la costumbre, la dependencia, la cultura en que vivimos y la ignorancia nos protegen de morir.
Por suerte, una minoría de mujeres se vuelve feminista, nos unimos entre nosotras, a otras mujeres, buscamos formas nuevas de nombrar el mundo, compartimos la experiencia con nuestros hombres significativos justos y honrados. Por suerte, algunos de ellos se abren. Porque el cambio de paradigma a la igualdad de las mujeres no es posible sin el apoyo de los hombres.
A ese varón justo y honrado, a ese hombre que se cuestiona y renuncia a los privilegios heredados, se refiere mi pregunta. Hablo de ese varón aperturista, pro-feminista, luchador, que, como las mujeres vivirá a partir de ahora, con valentía y con dolor, el destierro del campo dominante de los varones patriarcales.
Ahora, por fin, dejo mi reflexión llegar al corazón del hombre justo. Lanzo mi pregunta, como una flecha, directa al corazón de mis amigos, los que sois machistas pero no sois capaces de reconocerlo o no lo sabéis; los que queréis ser justos-constitucionales, honrados. Si de veras lo sois, si sois hombres, hechos de barro, como nosotras, nacidos de lo llano, lo sencillo, lo esencial, nacidos del vientre de una mujer después de todo; si de veras os importa la nueva justicia-humana que impregna nuestra Constitución (y no la justicia-macho de la raíz de la palabra), vosotros varones justos, haréis un cambio estructural junto a nosotras.
Os veo como hombres detractores de las bromas contra nosotras y el sexismo que tragamos cada día. Os veo respetando a cada mujer en cada situación, escuchando, con el alma abierta, aprendiendo, cuestionando. Os veo iguales a mí. Como yo, os avergonzáis del legado machista de la historia. Como nosotras y con nosotras, las desterradas, también desde el dolor y el destierro, construís la nueva sociedad igualitaria que buscamos, que necesitamos; la sociedad que la justicia está reclamando.
© De homo-hominis, ser humano varón o hembra, derivado de humus, suelo.
2 comentarios:
Hola, nos gusta tu blog. Te invitamos a que nos conozcas: http://www.somoslasigualias.blogspot.com
Saludos Igualias, amigas, hermanas, activistas. Gracias por la visita.
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